sábado, 9 de diciembre de 2006

(VALE, VALE, YA VAAAA) CAPITULO TRES
Vemos, intuimos, por lo dicho y lo callado, que estaba floreciendo el artista que luego asombraría al mundo. A los dos años ya sabía abrir los ojos sin ayuda paterna y a los tres también. Sus padres pronto se dieron cuenta del talento excepcional de su hijo y lo apuntaron a un cursillo de todo, donde se aprendía a hacerlo todo en menos que canta un gallo. Para ello bastaba con hacerse con un gallo que no cantara nunca, no porque no supiera, sino porque no le gustaban las canciones del repertorio. Fue entonces cuando J Reenviado aprendió a nadar.
Pero su padre se opuso radicalmente; no toleraba que nadie mojara a su hijo y todavía menos que se mojara por iniciativa propia. Así que lo sacó de la piscina e improvisó un discurso:
Señoras, señores, me llevo a mi hijo, que entró seco y sale mojado. Alguien debería disculparse, pero como no soy yo...
J Reenviado se había tirado de nuevo a la piscina y nadaba para no ahogarse. Su padre se lanzó a la piscina y continuó su discurso bajo el agua, pronunciando sus famosas palabras: blubbulmññm blubb pfff (que más tarde se convertirían en el emblema de un movimiento pictórico, el nombre de un grupo de sardana-punk y el letrero de un puti-club).