domingo, 4 de febrero de 2007

CAPÍTULO SIETE, COMO LOS MAGNÍFICOS O LOS MOSQUETEROS ¿O NO ERAN SIETE? ¿O NO ERAN MOSQUETEROS?

Ya de muy pequeño J REENVIADO demostró un gran talento para el piano. Le encantaba tocarlo y que le tocara. Establecieron buena amistad hasta que el piano se enamoró de una partitura de Charles Ives y dimitió: sonaba borroso. La madre no lo supo nunca, la del piano, se entiende. Tampoco supieron entender como era posible ser músico esplendoroso y a la vez pintor finísimo. Y conferenciante a la vez que bailarín. O en tanto que bailarín, porque sus conferencias eran bailables: bailaban los conceptos, bailaban los pronombres, bailaban las miradas, bailaban las prostitutas, bailaban los enamorados, bailaban las cifras, bailaban los flecos, bailaban las aspiraciones y bailaban los ausentes. Y ya no bailaba nadie más. Un episodio de infancia ilustra perfectamente lo dicho: iba J Reenviado por un camino cuando pasó algo (algo que ilustra perfectamente lo dicho, pero que no contamos porque nadie antes lo ha hecho y, en consecuencia, no sabemos qué ocurrió).
También sabía tocar el violín pensando en otra cosa (exite un listados de las cosas que pensaba J Reenviado cuando tocaba el violín en la biblioteca de Leipzig, entrando a mano izquierda. Entrando a mano izquierda està Leipzig, no la biblioteca).