miércoles, 19 de marzo de 2008

CAPÍTULO DIEZ, ASÍ, TAL CUAL, COMO UN PEZ (Visca la tieta Clara!)

De J Reenviado se han comentado muchos aspectos biográficos que habría que matizar. No es cierto, por ejemplo, que se hayan comentado muchos aspectos biográficos. Esto habría que matizarlo, tanto lo primero como lo segundo, incluso lo tercero, no sabiendo exactamente qué es lo tercero –luego habría que matizarlo también.

Es bien conocida la afición de J Reenviado por las apuestas súbitas, pero como es bien conocida, no la detallaremos. La velaremos y la sacaremos a relucir un jueves reluciente para que así reluzca la afición, el jueves y una tercera cosa que no sabemos qué es ni si es cosa o todo lo contrario, no sabiendo tampoco que es lo contrario de una cosa, pero sabiendo otras muchas cosas que no vienen a cuento. A cuento viene (viene a pié, porque es un cuento de una sola pierna) la idea generalizada de que la obra de J Reenviado es una ruptura radical con el pasado. No es cierto. Sin el pasado no hubiera podido coger la inercia necesaria para transformar el presente hasta el punto de romper radicalmente con el pasado. Porque J Reenviado era de naturaleza práctica y emprendedora, por eso cuando hacía una cosa se le notaba.

En esa época, su afición a la composición a ciegas le llevó a componer site oráculos sónicos en forma de saca-corchos, muy valorados entre los expertos (los saca-corchos, no los oráculos). Los expertos (de saca-corchos, no de oráculos) nunca entendieron porqué había que poner un guión entra saca y corcho, y lo quitaron, convirtiéndose en saca-guiones y consolidando la palabra sacacorchos. Y todo sin haber escuchado jamás los oraculos sónicos de J Reenviado, extremo éste que su compositor ya había previsto. De hecho había previsto que nadie nunca escuchara sus siete oráculos sónicos y por este motivo y tres más irrelevantes guardó las partituras en un cajón conviriendo las siete obras en música posible pero nunca ejecutada. Lo hizo con intención, porque J Reenviado no podía tolerar la contradicción de tener que ejecutar sus partituras para darles vida. Otras contradicciones las toleraba estupendamente, pero esta no, sobretodo porque el médico le había recomendado no tolerar algo de vez en cuando.